La corrupción institucional en República Dominicana ha alcanzado niveles estructurales que comprometen el desarrollo nacional. El reciente desfalco en el Seguro Nacional de Salud (SeNaSa) no es un caso aislado, sino el síntoma de una enfermedad crónica que carcome las instituciones.
Este fenómeno ha generado un profundo escepticismo ciudadano hacia la clase política en su conjunto, incluyendo tanto a los partidos tradicionales como a las nuevas fuerzas emergentes. El análisis revela una simbiosis peligrosa entre el poder político y el empresarial, donde ambos sectores se benefician de un sistema diseñado para perpetuar privilegios.
Las consecuencias son devastadoras: desde la erosión de la confianza institucional hasta el deterioro de la calidad de vida, incluso en los sectores más privilegiados. Paradójicamente, mientras proliferan seminarios sobre transparencia y talleres de buen gobierno, las prácticas corruptas se normalizan en el día a día administrativo.
Expertos consultados coinciden en que se requiere no solo de medidas punitivas, sino de un cambio cultural profundo que comience por romper el círculo vicioso entre financiamiento político y favores empresariales.
Redacción Dialektosdigital
