El escándalo que involucra a Senasa ha destapado nuevamente el preocupante fenómeno de la contaminación informativa en redes sociales. Lejos de constituir un debate saludable, estas plataformas se han convertido en escenario de acusaciones infundadas, teorías conspirativas y manipulación política masiva.
El patrón se repite: actores anónimos o interesados lanzan carnadas informativas diseñadas para viralizar, no para informar. El resultado es una peligrosa erosión del tejido democrático.
Expertos en comunicación alertan que esta dinámica obedece a una estrategia calculada: confundir crítica constructiva con descalificación sistemática, reemplazar el debido proceso con juicios sumarios en la plaza pública. Las víctimas colaterales son la credibilidad institucional y el propio concepto de verdad fáctica.
El caso actual demuestra cómo este ecosistema tóxico perjudica investigaciones en curso, mientras actores políticos oportunistas capitalizan el caos informativo. La solución, coinciden analistas, requiere un esfuerzo triple: mayor rigor periodístico, regulación tecnológica responsable y, crucialmente, ciudadanía digital educada capaz de discernir entre información y manipulación.
Redacción Dialektosdigital
