En el panorama laboral y académico dominicano persiste una brecha de inclusión para personas con discapacidad.
Tres casos emblemáticos ilustran esta realidad: Joel Ruiz, sordo de 23 años, estudia Tecnología de la Información tras abandonar su sueño beisbolero por discriminación; Ferlannys Octavio, psicólogo clínico en silla de ruedas, superó barreras físicas para graduarse con honores; y Esmelyn Vargas, programador bilingüe ciego, enfrentó prejuicios en procesos de contratación.
Sus testimonios evidencian dos caras de una misma moneda: capacidad demostrada frente a sistemas poco adaptados. Expertos señalan que, aunque existen avances legales, la verdadera inclusión requiere cambios estructurales y culturales. Universidades como Unicaribe muestran progresos, pero el mercado laboral mantiene resistencias.
El artículo analiza cómo la preparación académica de estos jóvenes contrasta con las limitaciones de un entorno que aún no implementa plazamente adecuaciones necesarias.
Redacción Dialektosdigital
