En el complejo entramado político dominicano, donde la desconfianza ciudadana hacia la clase dirigente es un fenómeno recurrente, la trayectoria de la vicepresidenta Raquel Peña constituye un estudio de caso revelador. Proveniente del sector empresarial, su transición al servicio público destaca por la aplicación de metodologías de gestión privada combinadas con una palpable sensibilidad social.
Lo excepcional en su desempeño no radica solamente en su formación técnica, sino en haber mantenido intactos sus principios éticos al asumir responsabilidades de Estado. Su gestión se caracteriza por una planificación meticulosa en contraste con la cultura de la improvisación, demostrando que es posible administrar lo público con la misma eficiencia que demanda el mundo corporativo.
Este perfil técnico se ha visto reforzado por una notable resiliencia frente a los embates propios de la vida política, incluyendo campañas de desprestigio digital, a las que ha respondido con apego irrestricto al marco legal y una compostura institucional ejemplar.
Su caso invita a reflexionar sobre la necesidad de incorporar profesionales independientes a la administración pública, capaces de transferir competencias demostradas en otros ámbitos. Más que una excepción, Peña representa un modelo de lo que podría ser una nueva generación de servidores públicos en República Dominicana.
Redacción Dialektosdigital
